CIENCIA FANTÁSTICA O FANTASÍA CIENTÍFICA (Entre ruinas)





“La calle es una selva de cemento…” dice la canción de Lavoe, también dice que: “y de fieras salvajes, como no…” de fieras extrañas, deformes, dispuestas a enredarse de la manera menos imaginada en las varillas que componen los campos de hormigón bombardeado y nunca terminado de las “ciudades” del tercer mundo. 

Una mujer sostiene un pequeño megáfono sobre la cabeza de lo que parece un ser humano. El cráneo del atril viviente es gigantesco, posee unos labios desproporcionados que van de lado a lado de la cara, atravesándolo de forma grotesca, sus ojos están dispuestos casi justo sobre las orejas, y su nariz es un orificio sobre la cara, sin cartílago, un solo agujero, una hondura que no permite pasar la mirada una segunda vez. Mientras la señora pide a gritos ayuda de los transeúntes que no la determinan, un personaje curiosamente vestido de naranja y verde fosforescente emerge de una alcantarilla que está próxima a nuestros personajes principales. En la mano lleva una maquina que hace un extraño ruido. Del otro lado de la avenida otro hombre gesticula y se mueve detrás de lo que se conoce como un Teodolito, aparatos usados para medir ángulos, distancias y desniveles. El hombre encargado le dice: no se mueva, quédese ahí quieto. El hombre del aparato en la mano, artilugio que no es más que un receptor electrónico de las señales emitidas por el instrumento de medición, se detiene justo al lado de la transmisión en directo de la miseria del par del mini- megáfono y la deformidad. De fondo escuchamos griterío del peor, unos venden cuadernos, otros cambian dólares, la señora amplifica un ruego a los dioses: que se lleven de una buena vez por todas a ese engendro que le han entregado como hijo. Por su puesto nadie presta atención a nada, de banda sonora tenemos el golpeteo sin fisura de un demoledor de concreto: mil cuatrocientos a dos mil golpes por minuto, sobre el pavimento desecho.
Camino veinte o treinta metros más, volteo y repaso de nuevo la escena, mediada por un nuevo elemento: diez o doce muchachas mal vestidas, sucias, que se ofrecen sin ningún reparo entre la mercancía escolar, entre colores y cuadernos piden diez mil pesos por sus favores. La escena es magnifica, pienso… todas las miserias del “progreso” en un punto de gravitación, dando vueltas, estáticas, audibles e invisibles al mismo tiempo. Los hombres que se abren paso para permitir que otros nos abramos paso entre canticos desesperados, entre gritos que quieren algo que a nosotros no nos interesa. Nada nuevo, en fin. Sin embargo al revisar la pequeña plaza inundada de gritos tan viejos como la piel, emergen como extensión corporal todo tipo de aparatejos colgando de la misma miseria que lleva tanto paseándose por estas tierras. Ellos los que han permitido que esa masa de circuitos, plástico y ondas invisibles los abrace, son los protagonistas de cada una de las historias prediseñadas para urdir en el fondo de los imaginarios fantásticos de las narrativas por venir. 

Me preguntaba un conocido en días pasados, a propósito de la convocatoria, sobre qué escribir como tema de ciencia ficción; hoy mientras daba vueltas en medio de esa plaza, contestaba: escribir sobre cada una de esas imágenes. Estoy seguro que al señor Vonnegut, o a Ballard, les hubiera encantado caminar cualquier tarde por este escenario. Y aparecerían títulos del talante de: Dios no conoce al señor deforme o “gritando miserias por un SK-51s de quince Watt de potencia”  la historia en la que un solitario hombre deforme sirve de antena receptora para todos los medidores de nivel de un universo, uno que se hace invisible entre cientos de miles, pues la curvatura de sus quejidos no permite que nadie lo vea. 

“Ya no hay quien salga loco de contento, donde quiera te espera lo peor”… sigue la canción, o donde quiera te espera lo mejor. Las mejores historias de un tercer mundo inundado por paladas de sobrantes tecnológicos, que nos han ido convirtiendo en Prometeos de un pasado que no tuvo la posibilidad de construcción. Entonces estamos nosotros, los pretenciosos que creemos en el último bastión de nuestra propia y egoísta salvación: la escritura. Tenemos la obligación de narrar para dejar constancia de haber salido de tanto madrigal alucinatorio, o vejeces que si bien sirven de acompañante para el pan de la repetición y la obviedad, no permiten su propio reconocimiento como un pasado superado, y no como el presente obligado de cada generación.

Tenemos toda la ciencia fantástica que podamos imaginar, sin tener que recurrir a manuales, también tenemos fantasía científica de corte duro, en nuestras narices, basta acercarse a alguno de esos ingenieros de lo urbano, y escuchar un poco para obtener el vocabulario necesario: Suéltele el aliforme, para que el reflector le pegue de frente, y cuádrele ese micrométrico que desde aquí no le ajusto… Ahí están los temas centrales de nuestras sagas cósmicas, si es lo que buscan, o porque no, los dramas internos de un aparato que ha sido arrancado de sus funciones para servir al capricho de algún chapucero de estas deliciosas tierras.
La ciencia ficción como género que combina magistralmente, filosofía, estética y humor, está llamada a ser un referente constante de la realidad construida a partir de la invisibilidad. Recuerdo de nuevo una frase de Kurt Vonnegut, que se ajusta a la medida para los nuevos narradores:
“Creo que las novelas que eluden la tecnología falsean tan gravemente la vida como lo hacían los victorianos al eludir el sexo”.
Y en nosotros más, nosotros los basureros del primer mundo, los que reparamos los defectos que se producen en masa para obligarnos de forma soterrada al uso de tecnologías, en muchos casos incomprendidas.

La salida del escenario, de la plaza, ya no es en compañía de Lavoe, ahora se acompaña de un grito que me toma de la mano para ser embutido de forma majestuosa en una caja roja: 
Señor L




4 comentarios:

Anónimo dijo...

Gran nota. El referente más inmediato que se me ocurre sobre una situación similar es el performance "Ejercicio de anulación" de Edwin Sánchez, sigan el enlace para conocer de qué se trata: http://www.contraindicaciones.net/2010/06/ejercicio-de-anulacion-por-edwin-sanchez.html

Yo ya he hecho un par de intentos de escribir sobre experiencias del estilo ( http://bit.ly/hEYDhR http://bit.ly/gmjX8G ) pero no las he relacionado directamente con la ciencia ficción.

Ciertamente, estos elementos de crítica deberían ser los que guiaran la construcción de la ciencia ficción colombiana, más que reproducir las invasiones y aventuras espaciales anglosajonas (aunque no descarto aquí el inmenso valor de la CF anglosajona). A lo que voy es que la originalidad y la construcción de una identidad literaria de la ciencia ficción colombiana se da es a partir de la realidad inmediata que nos rodea, por más que nos inspiren los grandes de la Edad Dorada o los maestros del Cyberpunk extranjeros

L. C . Hamilton dijo...

Bueno. Los recursos de los que puede valerse la CF son tan variados como la realidad misma por una sencilla razón: La CF es una metáfora de una realidad percibida a través del prisma de las posibilidades tecnológicas o científicas. desde este punto de vista, hablar de una "auténtica CF colombiana" tiene tanto sentido como hablar de una "auténtica CF terrícola" en el caso de que los extraterrestres existieran y escribieran su propia CF.
La CF nace de una subjetividad y sus elementos pueden o no ser evidencia de una realidad colombiana. Creo que los únicos requisitos para escribir CF colombiana son que el sujeto escriba CF y que sea colombiano. Los temas o las palabras que use son elementos secundarios.
Así las cosas, toda aproximación a la CF en nuestro país es provechosa, lo que sucede es que sería más fácil lograr algún tipo de aceptación por parte de la "Academia" si hacemos muy evidente el hecho de que la CF no se trata de marcianos y máquinas que existen en una dimensión lejana y ajena, sino de una forma de aludir al mundo de manera tal que la luz de la verdad no ciegue tan certeramente a quienes vienen desprevenidamente a pasar un buen rato-
Buen artículo el del señor L. Sigamos trabajando en la CF.

Proyecto Giroscopio dijo...

"Ahora definiremos lo que es la buena ciencia ficción. La desconfiguración conceptual (la idea nueva en otras palabras) debe ser auténticamente nueva, o una nueva variación sobre otra anterior, y ha de estimular el intelecto del lector; tiene que invadir su mente a la posibilidad de algo que hasta entonces no había imaginado..." Philp K. Dick...
Don Hamilton: primero, cómo va el cuento... segundo: un saludo. Tercero: Me parece que ontológicamente si existen elementos propios de una diferenciación en una estética planteada por la posibilidad de un escenario de ciencia ficción Colombiana... los temas y palabras no son secundarios; cómo lo van a ser, eso carece de lógica como escritor, si son esos elementos los encargados de construir, por otro lado, la academia poco y nada sirve en estas tierras efectivistas... como es de esperar. Me parece un poco más efectivo buscar alternativas para lectores que buscan "nuevas" historias o "nuevos espacios narrativos"... joven esperamos su cuento, :D

L. C . Hamilton dijo...

Señores Giroscopio:
Ante todo un saludo caluroso. El cuento ya está terminado y ha sido enviado hace algunos minutos al correo destinado para ello.
Lo que dice Dick es interesante, pero tiene sus bemoles: En primer lugar, la "buena ciencia ficción" es un concepto subjetivo. ¿Nos guiamos por lo que dice la academia (con la cual, por cierto, no me identifico) o con lo que dice la mayoría de lectores sobre las bondades de un escrito? ¿Entonces la "verdad" de un buen escrito está definido por lo que dice la mayoría? Luego tenemos lo de "estimular el intelecto del lector"... pero ¿Cómo creer que se estimula o no el intelecto cuando hay millones de lectores y por cada lector hay distintos tipos de lectura? Son temas por completo subjetivos. Lo que a mi me estimula o me parece novedoso a otro le parece cotidiano. Desde este punto e vista sostengo que prácticamente cualquier CF es buena y "auténticamente nueva" en función del lector y del contexto sociocultural.
Ontológicamente puede ser que existan elementos, pero no podemos desprendernos de la dimensión epistemológica tampoco. Cuando digo que el tema y las palabras son secundarios no me refiero a la construcción de la CF sino al hecho de que son secundarios frente a lo "autóctono" que un cuento pueda resultar. Un ejemplo: ¿escribir un cuento de CF sobre el conflicto armado colombiano (tema) mediante el uso de palabras muy coloquiales (palabras) constituye un ejemplo de estética colombiana de la CF?
Los temas y las palabras son NECESARIOS más no SUFICIENTES para la construcción de una identidad "propia" de la CF. Esa identidad colombiana de la CF sólo se puede construir de una manera: escribiendo CF en Colombia, más no necesariamente sobre Colombia. La academia, es cierto, poco o nada puede decir en estas tierras sobre CF o identidad. Una amplia gama de escritores de CF (cada uno con su propia voz) le da opciones a esos lectores que buscan "nuevas historias" o nuevos espacios narrativos. Bueno, eso es lo que yo creo al menos.
Un saludo.
ATT: L. C. Hamilton

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