PÁGINA EN BLANCO



¿Han caminado sin rumbo? El rumbo es una especie de certeza que se va disolviendo en el momento que detenemos el paso siguiente para dudar del próximo.

La posibilidad de dudar sobre la duda que nos despierta éste plano imaginario; dar un paso más, levantar la cabeza, ver al hombre de la cabeza rapada que revisa con cierta desconfianza los labios del hombre que va hablando y caminando al mismo tiempo. Levantar de nuevo la cabeza en búsqueda del rumbo, cuando la posibilidad que todos los demás transeúntes perciben como reales, se desvanece con cada metro andado.

Revisamos con atención los labios y tratamos de adivinar las palabras del transeúnte, nos concentramos en su rostro, es impenetrable, son los labios los que cambian de posición, su rostro inexpresivo contrasta con la velocidad en la que se mueven esas dos líneas de carne. Ahora es él, quien levanta el rostro y nos observa, se dirige hacia nosotros, camina lentamente y pareciese que nuestra invisibilidad de observadores, dueños de eso que creemos nuestro, desapareciera con cada metro ganado por el hombre. Llega frente a nosotros, extiende su brazo y toca el aire que ocupamos, no nos puede ver. Presiente de alguna manera que es observado, da un paso hacia atrás y salta hacia adelante, violentando nuestro cuerpo. Nosotros nos desvanecemos en pequeñas partículas que permiten ver desde todos los planos a nuestro caminante sin rumbo.

La próxima parada es una hoja de papel en blanco, resolver esa historia que se nos presenta, que parece no ir a ningún lugar. Definir si ese, que creemos nuestro personaje, no es el que determina algún tipo de existencia de este lado del cortinaje. Pasamos a la búsqueda de un plano narrativo, de algo tangible que determine la existencia de él. De vuelta y el hombre ahora busca en cada rincón de la calle la sensación que tuvo al desintegrarnos. La historia no pasa del segundo párrafo mientras presentimos que nuestro personaje se desvanece pues no hay un móvil, un motivo para mantenerlo en pie.

Nuestras manos se desvanecen mientras el hombre se sienta frente a un ordenador a trasladar todo lo que dice y piensa. Sus labios se detienen, son ahora sus dedos los encargados de caminar con velocidad; el mueble del que se sostiene nuestro ordenador también comienza a evaporarse, no se cae, no ocurre nada violento, simplemente pierde sus cualidades físicas. Él continúa escribiendo.

Posibilidad, existen historias que no tienen ningún tipo de motivación desde la concepción tradicional de la narrativa. Sin embargo están ahí, flotando entre nosotros, esperando a la materialización de eso que sabemos, es inmaterial, y a su vez significa la desaparición de esos ellos, que han determinado desde siempre nuestro paso por una página en blanco.

Proyecto Giroscopio, se encuentra revisando cada uno de esos textos que fueron enviados con entusiasmo y que alguna vez fueron página en blanco. Los procesos de revisión y selección para este tipo de convocatorias son un poco demorados, ya que los mismos deben pasar varios lectores y revisar los criterios que se han establecido para llegar a un acuerdo común de lo que busca la selección de esta antología.

Esperamos que nuestros personajes no se evaporen en el proceso de lectura y posterior edición. Sin embargo sabemos que el momento mismo de la aparición de un nuevo micro universo, otro entero se destruye para dar paso a otro transeúnte que se funde con nuestra vaporosa existencia.

Señor L

Hace un mes...



Luego de un mes de revisar el material recibido, estamos examinando con atención los textos que iran en la selección. Ante todo debemos darle gracias a todos los participantes, y si bien hay algunas narraciones que no pertenecen al género buscado, más bien si, al género de la literatura fantastica, estamos agradecidos y sorprendidos por el número de textos enviados. Agradecemos el entusiasmo y el respaldo que sus textos nos dan. El paso siguiente será devolver los correspondientes escritos con observaciones puntuales sobre los mismos para iniciar un corto proceso de edición, garantizando así la calidad de la futura publicación. En el transcurso del mes que corre, se iran enviando a cada uno de los correos personales de los seleccionados. Luego de este proceso se publicará un listado con los títulos y autores de los mismos en este medio. Gracias por la paciencia y de nuevo Proyecto Giroscopio agradece su participación.

Señor R y Señor L

Palabras, conexiones, ojos, ciencia ficción y Verfremdungseffekt.

Somos palabras. Somos conexiones. Somos –sobre todo- ojos.
Esto no es nuevo. En 1983 el escritor Ítalo Calvino escribió un libro llamado “Palomar” en el cual narra las perspectivas y comentarios de un personaje que es (literalmente) un ojo. Calvino reflexiona a partir de su personaje desvaneciendo las acciones al mínimo y manteniendo una estructura tripartita compleja e intrincada. Pero lejos de eso, quisiera resaltar del texto cómo actúa la mirada sobre los objetos: el proceso (la mirada como fenómeno) se ha convertido en algo nuevo, fascinante, extraño. 
Y aquí aparece una nueva palabra que puede guiarnos hacia una propuesta de escritura: “extraño” (calma, ya llego a la ciencia ficción). Revivamos nuestra historia: cuenta la leyenda que Galileo Galilei (padre de la astronomía moderna) estaba en la catedral de Pisa cuando ocurrió un temblor. Mientras todos los feligreses salían despavoridos de la catedral (se ve que no tenían tanta fe) Galileo se quedó estupefacto viendo una lámpara moverse en el techo de la catedral. Lo fenomenal de todo el asunto es que Galileo se sorprendió de algo aparentemente común y entendió, a partir de esa lámpara “normal”, cómo funcionaba el movimiento y desde ahí extrajo la “ley del movimiento pendular”. Esa anécdota la retomaría Bretch para sacar una teoría del teatro que llamó (impronunciable para mí) “Verfremdungseffekt” o distanciamiento, que de manera reduccionista se puede explicar como: tomar distancia crítica. La propuesta la retomo y me gusta explicarla mejor como: nunca dejar de tener la mirada de un niño: sorprenderse al mirar una margarita.
Si pensamos en negativo (buscando los antónimos de esta “sorpresa infantil”) no puedo evitar caer en la palabra “naturalización”. Hay un punto de pérdida de la sorpresa en la que  las cosas se vuelven comunes y naturales. Los noticieros, las novelas, la literatura, las artes en general, han caído en Colombia en el círculo maldito de esa naturalización. Citando uno de los diálogos de “Waking life” (película de Linklater) “los medios muestran un cuadro triste pintado todo como tragedias humanas. Pero la función de los medios no es eliminar los males de la sociedad, ellos nos inducen a aceptar esos males y a nos acostumbran a vivir con ellos”; y además de los medios añadiría: “alguna literatura”. 
Cansados de la literatura fácil de narcotraficantes, políticos y pobreza; los escritores “deben” (más que una petición, es una obligación) buscar medios con características contraculturales que permitan tomar de nuevo esa distancia crítica propia del arte. Escribir con una sorpresa que permita crear ese Verfremdungseffekt necesita de un caldo primitivo del que surja la vida renovada. Considero a la ciencia ficción como uno de esos caldos de cultivo (no el único, pero sí –para mí- el más atractivo) desde donde la literatura en Colombia puede renacer (según los medios -de nuevo esa palabra-, estamos en uno de los momentos más luminosos del arte en Colombia. Para este humilde servidor, estamos frente a un cadáver controlado por animatrónics llenos de snobismo). La ciencia ficción como posibilidad crítica: así lo entendieron latinoamericanos como Oliverio Coelho al hablar de la pobreza en Argentina, así lo entendieron los guionistas de “Gen Mishima” para hablar de la juventud chilena, así lo entendió Federico Laresgoiti (2033) para hablar del PRI en México, igual que el colombiano Oscar Campo con “yo soy otro” o el peruano Federico García con “El Forastero” (podríamos seguir nombrando “la sonámbula”, “querido sol”, “adiós querida luna”, “Moebius”; pero no alcanza el espacio).
Así observemos aquello que nos rodea (como lo propone Señor. L), tengamos una distancia, una mirada infantil: hablemos de nosotros –quizá ya fue demasiado mirar hacia el norte en la ciencia ficción, no vendría mal un espejo-. Y así, en el movimiento contrario al inicio de este escrito: quitemos el velo de la cara y Seamos ojos; conectemos esas visiones en una estructura lógica y Seamos conexiones; convirtamos esas propuestas en literatura y Seamos Palabras.
Señor A.

CIENCIA FANTÁSTICA O FANTASÍA CIENTÍFICA (Entre ruinas)





“La calle es una selva de cemento…” dice la canción de Lavoe, también dice que: “y de fieras salvajes, como no…” de fieras extrañas, deformes, dispuestas a enredarse de la manera menos imaginada en las varillas que componen los campos de hormigón bombardeado y nunca terminado de las “ciudades” del tercer mundo. 

Una mujer sostiene un pequeño megáfono sobre la cabeza de lo que parece un ser humano. El cráneo del atril viviente es gigantesco, posee unos labios desproporcionados que van de lado a lado de la cara, atravesándolo de forma grotesca, sus ojos están dispuestos casi justo sobre las orejas, y su nariz es un orificio sobre la cara, sin cartílago, un solo agujero, una hondura que no permite pasar la mirada una segunda vez. Mientras la señora pide a gritos ayuda de los transeúntes que no la determinan, un personaje curiosamente vestido de naranja y verde fosforescente emerge de una alcantarilla que está próxima a nuestros personajes principales. En la mano lleva una maquina que hace un extraño ruido. Del otro lado de la avenida otro hombre gesticula y se mueve detrás de lo que se conoce como un Teodolito, aparatos usados para medir ángulos, distancias y desniveles. El hombre encargado le dice: no se mueva, quédese ahí quieto. El hombre del aparato en la mano, artilugio que no es más que un receptor electrónico de las señales emitidas por el instrumento de medición, se detiene justo al lado de la transmisión en directo de la miseria del par del mini- megáfono y la deformidad. De fondo escuchamos griterío del peor, unos venden cuadernos, otros cambian dólares, la señora amplifica un ruego a los dioses: que se lleven de una buena vez por todas a ese engendro que le han entregado como hijo. Por su puesto nadie presta atención a nada, de banda sonora tenemos el golpeteo sin fisura de un demoledor de concreto: mil cuatrocientos a dos mil golpes por minuto, sobre el pavimento desecho.
Camino veinte o treinta metros más, volteo y repaso de nuevo la escena, mediada por un nuevo elemento: diez o doce muchachas mal vestidas, sucias, que se ofrecen sin ningún reparo entre la mercancía escolar, entre colores y cuadernos piden diez mil pesos por sus favores. La escena es magnifica, pienso… todas las miserias del “progreso” en un punto de gravitación, dando vueltas, estáticas, audibles e invisibles al mismo tiempo. Los hombres que se abren paso para permitir que otros nos abramos paso entre canticos desesperados, entre gritos que quieren algo que a nosotros no nos interesa. Nada nuevo, en fin. Sin embargo al revisar la pequeña plaza inundada de gritos tan viejos como la piel, emergen como extensión corporal todo tipo de aparatejos colgando de la misma miseria que lleva tanto paseándose por estas tierras. Ellos los que han permitido que esa masa de circuitos, plástico y ondas invisibles los abrace, son los protagonistas de cada una de las historias prediseñadas para urdir en el fondo de los imaginarios fantásticos de las narrativas por venir. 

Me preguntaba un conocido en días pasados, a propósito de la convocatoria, sobre qué escribir como tema de ciencia ficción; hoy mientras daba vueltas en medio de esa plaza, contestaba: escribir sobre cada una de esas imágenes. Estoy seguro que al señor Vonnegut, o a Ballard, les hubiera encantado caminar cualquier tarde por este escenario. Y aparecerían títulos del talante de: Dios no conoce al señor deforme o “gritando miserias por un SK-51s de quince Watt de potencia”  la historia en la que un solitario hombre deforme sirve de antena receptora para todos los medidores de nivel de un universo, uno que se hace invisible entre cientos de miles, pues la curvatura de sus quejidos no permite que nadie lo vea. 

“Ya no hay quien salga loco de contento, donde quiera te espera lo peor”… sigue la canción, o donde quiera te espera lo mejor. Las mejores historias de un tercer mundo inundado por paladas de sobrantes tecnológicos, que nos han ido convirtiendo en Prometeos de un pasado que no tuvo la posibilidad de construcción. Entonces estamos nosotros, los pretenciosos que creemos en el último bastión de nuestra propia y egoísta salvación: la escritura. Tenemos la obligación de narrar para dejar constancia de haber salido de tanto madrigal alucinatorio, o vejeces que si bien sirven de acompañante para el pan de la repetición y la obviedad, no permiten su propio reconocimiento como un pasado superado, y no como el presente obligado de cada generación.

Tenemos toda la ciencia fantástica que podamos imaginar, sin tener que recurrir a manuales, también tenemos fantasía científica de corte duro, en nuestras narices, basta acercarse a alguno de esos ingenieros de lo urbano, y escuchar un poco para obtener el vocabulario necesario: Suéltele el aliforme, para que el reflector le pegue de frente, y cuádrele ese micrométrico que desde aquí no le ajusto… Ahí están los temas centrales de nuestras sagas cósmicas, si es lo que buscan, o porque no, los dramas internos de un aparato que ha sido arrancado de sus funciones para servir al capricho de algún chapucero de estas deliciosas tierras.
La ciencia ficción como género que combina magistralmente, filosofía, estética y humor, está llamada a ser un referente constante de la realidad construida a partir de la invisibilidad. Recuerdo de nuevo una frase de Kurt Vonnegut, que se ajusta a la medida para los nuevos narradores:
“Creo que las novelas que eluden la tecnología falsean tan gravemente la vida como lo hacían los victorianos al eludir el sexo”.
Y en nosotros más, nosotros los basureros del primer mundo, los que reparamos los defectos que se producen en masa para obligarnos de forma soterrada al uso de tecnologías, en muchos casos incomprendidas.

La salida del escenario, de la plaza, ya no es en compañía de Lavoe, ahora se acompaña de un grito que me toma de la mano para ser embutido de forma majestuosa en una caja roja: 
Señor L




CARBON Y AIRE: FUERZA DE IMPULSO DE UNA MAQUINA STEAMPUNK



El pequeño hombrecillo empujó una barra de carbón en la cavidad que reposaba sobre la correa de su brazo izquierdo, lo siguiente fue tomar impulso, correr, sentir el aire contra su cara y lanzarse al vacío. Un par de alas monumentales se desplegaban en su espalda, el vapor alimentaba la fuerza del aleteo que lo llevaba de vuelta a la ciudad de bronce. Él, el hombrecillo sonrió al sentir la fuerza de arrastre. Desde niño se había enamorado del olor del carbón fundiéndose, y ahora el suave golpeteo del pistón aumentando de revoluciones sobre su cintura… (Tomado de un extracto de “MAQUINAS ENFERMAS” del Señor L).

Este es un ejemplo prototípico, común y simple  de una imagen de ese vistoso género llamado STEAMPUNK (punk de vapor). ¿Y qué es eso? Es una extensión hecha de bronce, acero, humo y carbón del ciberpunk.

Vuelta atrás: como bien saben los seguidores de la CF, y para aquellos que no tanto, en los ochentas se gestó un movimiento paralelo a la ciencia ficción tradicional, que buscaba introducir nuevas estéticas y contenidos en las narraciones: menos naves espaciales y más conflictos frente a la invasión tecnológica; la obra cumbre de este movimiento (ciberpunk) fue la novela de William Gibson: Neuromante. Al mismo tiempo, como en el génesis de cualquier tipo de expresión, se iban presentando nuevas maneras de asumir las temáticas que se desprendían de nuevas historias. Visiones que disgregaban la realidad para romperla, para el caso del Steampunk, será el vapor y carbón los superconductores de una nueva estética.

La realidad que presenta el Steampunk gira alrededor de ucronías (presente histórico alternativo) donde la humanidad no ha tomado el camino de los transistores, el silicio o la nanotecnología, y discurre sobre maquinas de vapor y carbón. Un ejemplo clásico, y recurrente, se nos presenta en la película Brazil (1985), film dirigido por Terry Gilliam. Ésta es la historia que cuenta las peripecias de Sam Lowry, un hombre que pertenece a una tecnocracia opresiva. Si bien el tema no es para nada novedoso, en cuanto a la referencia política y social, si nos enfrentamos a una puesta en escena en la que aparecen adelantos técnicos de injerto en retro-tecnológia: grandes lupas que amplifican datos en pantallas ámbar, que a su vez reciben información que es revisada y transmitida por maquinas de escribir adaptadas a una red informativa, que hace las veces de pseudo-computadores. Una variación de este tema y del mismo director, la encontramos en Doce Monos. Un referente comercial de este tipo de estética la encontramos en la película animada Atlantis.

Bien, lo anterior es una reseña corta y de ambientación, con el propósito de mostrar que el Steampunk, está presente en forma e imagen en nuestra memoria. Ahora vamos a la literatura.

Como género, su desarrollo maneja componentes similares a los del ciberpunk y la ciencia ficción tradicional: una creciente inconformidad de individuos frente a lo que se presenta socialmente, viajes en el tiempo, portales entre dimensiones paralelas, etc. El plus de ganancia que nos entrega el género es la estética, las historias suelen ser una mezcla de nuevo romanticismo envuelto entre tubos, correas de acero y maquinas impulsadas por vapor de carbón.
Un primer caso que podríamos citar en cuanto a lo literario es La Maquina del Tiempo del H.G Wells, escrita en 1895 que da cuenta de un hombre que viaja en una maquina hecha de metal, cristal de roca y marfil. Este es el ejemplo más usado para dar una explicación de los orígenes del género; sin embargo hay una novela rusa de poca difusión llamada Estrella Roja, escrita en 1908 por Alexander Bodganov, considerado el padre de la teoría de los sistemas. En su novela, que para el momento, no puede ser considerada más que una obra especulativa de anticipación se nos presenta una Rusia que viaja a Marte y en la que las góndolas voladoras y el video-teléfono de injerto hacen el marco de una de las historias precursora de la fisión nuclear.  Será este tipo de imágenes las que construirán el futuro y el presente de este paralelismo literario en las entrañas de la Ciencia Ficción.
Lo siguiente es la pregunta de: ¿Qué fue primero el vapor (steam) o lo cyber? Al revisar los antecedentes del género, nos encontramos que sus orígenes tienen que ver con el desarrollo tecnológico que se presentaba en el momento de la escritura de las historias, bien sea en tiempos victorianos o los que antecedieron a la revolución industrial. La historia de la literatura de la ciencia ficción se funde en un viaje circular en la espiral del tiempo, en el que las maquinas de vapor aparecieron primero, para que décadas más tarde un grupo de cowboys de la consola enciendan los interruptores para  darle vida a ese maravilloso mundo recreado entre hombres de grandes alas de acero y relucientes artilugios de bronce y cuero.

Señor L

A continuación una corta bibliografía de obras Steampunk que recomendamos para su lectura:
-          Estrella Roja. A. Bodgánov.
-          La Máquina Diferencial de B. Sterling y W. Gibson.
-          Las Puertas de Anubis. T. Powers.
-          Los Relojes de Alestes, V. Conde.
-          La Trilogía Steampunk. Paul di Filippo
-          Lord Kelvin’s Machine  James Blaylock
     

   

Publicaciones, traducciones y diálogos que ensanchan.

Revista Cuásar. Número 50/51. Ediciones Cuásar

Llega a nuestras manos la última revista “Cuásar”. El número de Noviembre de 2010 es especial, no sólo porque es doble, sino porque celebra la aparición del número 50 (¡feliz aniversario de oro!). Importantes nombres de la literatura latinoamericana como Elvio Gandolfo, Pablo Capanna, Carlos Gardini (ganador tres veces del UPC); se cruzan con excelentes traducciones de Kij Johnson, Ted Chiang o el ganador este años de los premios Locus, Hugo, Nebula y John W. Campbell: Paolo Bacigalupi. Un trabajo editorial pulcro y una cuidadosa selección de textos ha hecho de la revista “Cuásar” uno de los referentes más importantes de la ciencia ficción no sólo en Argentina, sino en Latinoamérica. El trabajo de Luis Pestarini frente a la revista ha dado sus frutos: no sólo ha logrado llevar avanti una publicación prestigiosa, sino tener un trabajo editorial (con “Ediciones Cuásar”) que permite dar a conocer los autores que de otra forma son inaccesibles para la mayoría del público latinoamericano. Una de las cosas que más llama la atención de la revista, es el gran espacio que se da en las páginas a la narrativa local. Hay, en otras publicaciones, un afán crítico y de traducciones que deja a un lado la narrativa regional. Esto hace que los referentes, en el caso colombiano por ejemplo, se remitan a autores de décadas anteriores que funcionan perfectamente en una búsqueda histórica (casi arqueológica) pero no en un “estado del arte” sincrónico a los lectores. La otra posibilidad nos “actualiza” en un marco global, sobre la producción mundial, pero deja a un lado lo “regional”; este mal vicio repetido en la historia crea un círculo vicioso en el cual lo local termina como una copia de lo global (único amarre posible), por lo que no se publica y se prefiere elegir los foráneos… y así la historia se sigue. Revistas como “Cuásar” logran el entrecruzamiento de dos niveles: novel-consagrado, local-foráneo. Es justo este diálogo el que ensancha la ciencia ficción y crea una posible identidad. Todo ese diálogo está aderezado con reseñas bibliográficas de actualidad, buenos artículos críticos y recomendaciones editoriales. Viendo el trabajo que se ha realizado en Argentina (no sólo con “Cuásar”, sino con “Axxón” o “Próxima”, por nombrar otras dos), es posible la publicación, la lectura y el conocimiento de la ciencia ficción en Colombia. Ese es el propósito inicial de Proyecto Giroscopio. Así, coincidimos con las palabras de Paula Ruggeri (que Pestarini retoma en la editorial) y esperamos también sirvan en el caso colombiano: “La ficción es una forma de resistencia. Ése es el motivo de que en un momento como éste, no podemos abandonar a la ficción. La ficción es una forma de autopreservación, a veces, una forma de ataque. La ficción ha permitido siempre saber a los que sobreviven quiénes fueron los que murieron. La ficción es lo que no destruye ningún ministro de economía, ningún presidente corrupto. La ficción es, además, la forma más factible de hacer ciencia en la Argentina.”
Se-6r A.

Talleres, materiales y paisajes con muchachas

Lejos de preguntarse por el papel que tienen realmente los talleres literarios, vale la pena preguntarse si en ellos se tiene en cuenta la ciencia ficción o no. La idea de que la literatura realista es la única fuente de la cual se puede nutrir la creación, ha llevado a la escritura de la ciencia ficción a quedar desplazada o alejada de las posibilidades prácticas. Un afán mimético está llenando las estanterías de librerías y bibliotecas: es como si se quisiera atrapar la realidad noticiosa a través de libros que reflejen eso que pasa el noticiero y que no puedo ver a través de mi ventana. La otra gran temática actual –la ciudad- se mezcla con actitudes existenciales y metafísicas que se alejan de la realidad y que tienden a la subjetividad hermética. Esos dos tipos de temáticas/formas de relacionar realidad y literatura han dejado –en Colombia- a un lado la ciencia ficción haciendo proliferar textos de otros géneros como el policíaco (el cual permite el reflejo mimético inicial), o el subjetivo-urbano (el cual se encierra en el yo). Al momento en que la ciencia ficción permite establecer estratos complejos con la realidad, permite una conjunción de la subjetividad a la vez que extrapola una realidad desde lo extraño, lo monstruoso. Pero volvamos a los talleres, ¿hay normas precisas para escribir ciencia ficción? Algunos dirán que la única norma posible es leer ciencia ficción. Otros dirán que la forma de escribir ciencia ficción es igual a la de cualquier literatura, y unos últimos establecerán la necesidad de establecer normas precisas para dicha escritura. Revisando el texto “Personajes en la ciencia ficción” de María Regueiro (puedes descargarlo haciendo click aquí) noto que la autora española basa su texto en el ya conocidísimo libro de Stephen King “Mientras Escribo” y no profundiza en las características propias de la ciencia ficción. De las ocho páginas, solo entra en la ciencia ficción en la número seis y se remite a estructurar los personajes en su posibilidad antropomorfa o no-antropomorfa. Si bien los consejos que da en su ensayo no particularizan de manera tan precisa la ciencia ficción, es bueno retomar este texto para preguntarse ¿Cómo se logra la verosimilitud en la ciencia ficción? Pregunta básica al pensar en los personajes dado que no se trata de hacer “ciencia” sino literatura. Asimov, en su libro de ensayos “Lagartos terribles y otros ensayos” se queja de la irrealidad en el tamaño de los lagartos del cine, pero lejos de su irrealidad “física” planteo su  posible “verosimilitud literaria”. Y sí, es necesario hacer una buena literatura para escribir ciencia ficción, pero además hay un plus importante: cómo hacer familiar lo extraño, como volver verosímil lo increíble (preguntas que comparte con la literatura fantástica), todo esto con un cimiento real-científico que es uno de los elementos menos fáciles de volver ese ser híbrido entre lo tangible y lo imaginativo. El texto de Regueiro, bien podría servir como una base inicial (si faltan los talleres prácticos) para que los autores neófitos se lancen a la escritura de sus obras, aunque bien lo podrían complementar con la lectura de “Paisaje con muchacha” de Jonathan Lethem; en la cual es posible ver cómo el autor convierte lo extraño en verosímil al introducir a los personajes de “Los constructores de arcos”. Para terminar vale la pena retomar algunas palabras de este ensayo, con las cuales coincido perfectamente y que vienen bien para esos autores que, sabemos, nos leen y disfrutan la escritura de la ciencia ficción: “Y, pese a todo, esos/as autores/as seguirán llenando el disco duro de su ordenador o los folios en blanco con hechos extraordinarios, viajes inverosímiles o tecnologías maravillosas, exprimiendo su escaso tiempo libre (imposible dedicarse de forma profesional) para concluir sus novelas o relatos que, en el mejor de los casos, serán leídas por un escueto grupo de aficionados/as”. Nuestra propuesta coincide, siempre y cuando la palabra “escueto” se reemplace por “enorme”, y se tache “aficionados”. La ciencia ficción como lectura y escritura abierta, como posibilidad imaginativa, como posibilidad de vida. Es esa la propuesta de Proyecto Giroscopio.
Señor A.

 
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